La palabra "neumonía" da un poco de miedo, cuando le diagnosticamos a un niño una neumonía se genera desasosiego en la familia, preocupa la gravedad del proceso, las complicaciones, la evolución, si debe o no ingresarse.
Desde hace unos pocos años se están aplicando unos protocolos de tratamiento que hacen que, muchos de estos cuadros, se puedan tratar ambulatoriamente, es decir, sin necesidad de ingreso hospitalario.
El problema radica en que, no siempre, se realiza un diagnóstico temprano, y el niño va empeorando haciendo difícil el tratamiento ambulatorio.
La sintomatología típica de la neumonía que aparece en los libros de medicina raramente se encuentra.
Por lo que, la neumonía, hay que sospecharla y buscarla, si un niño se encuentra decaído (digamos "chafado"), ya sea en el momento que se halla con fiebre, como en el momento que ya no tiene fiebre, es una mala señal.
Por lo general, los cuadros víricos provocan decaimiento mientras se tiene fiebre, pero al bajar ésta, el niño se pone a jugar como si no tuviese nada.
Por el contrario, los cuadros bacterianos generan un estado toxiinfeccioso que provoca decaimiento tenga o no tenga fiebre, aquí hay que investigar más en profundidad porque puede haber una infección bacteriana presente.
Esto es una observación a grandes rasgos, pero es útil, me ha tocado ver niños que consultan por fiebre y dolor abdominal, sin tos ni mocos, pero con regular estado general, pedirles una radiografía y hallar una neumonía de base pulmonar.
Lo que pretendo transmitir en estas líneas es que, cuando vayáis a vuestro pediatra, le digáis como véis a vuestro hijo, si está como siempre o si está con mal estado general, que no se pase por alto una neumonía por no hallar los síntomas típicos.
Por lo tanto, ante un niño "chafado" hay que "pensar en neumonía".